viernes, 14 de agosto de 2020

Patrón Jurado

Jesús de la Merced Patron Jurado

En los primeros años de culto delante de la Imagen de Jesús de la Merced, se juraba por Dios Nuestro Señor y por la Señal de Santa Cruz, que era colocada sobre una mesa además de los cuatro evangelios; juraban para celebrar la fiesta de la Santa devotísima imagen de Jesús Nazareno ofreciendo perpetuar los Martes Santos por la mañana en forma de asistir a la Reseña que se celebra en dicha Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes.



A continuación, se realiza una transcripción del acta tomada de los apuntes realizados en el Libro de la Cofradía Mercedaria los cuales se encuentran en el Archivo General de Centroamérica Asignación A-1 Legajo 2840 Año 1721 Folio 1 y 2 el cual dice así (transcripción con faltas de ortografía como cómo estaba en el original):

Acta de Peticion


El 09 de febrero de 1721, los miembros de la Cofradía de Jesús Nazareno se dirigieron al Muy Noble Ayuntamiento de la Ciudad De Santiago de Guatemala, girándole la siguiente invitación: 

Sargento Mayor Br. Juan Ignacio Vria, el Capitán Don Joseph Gálvez Corrral Caballero del Orden de Santiago, el Br. Don Carlos Delgado de Halpena y el Capitán Don Juan Antonio Colomo:

“Teniendo informaciones a la gran devoción con que este ayuntamiento se protexe de bajo de la sombre y amparo de la devotísima ymagen de Jesús Nazareno que se venera en el conbento de Religiosos de ntra señora de las mercedes. Como es publica la general devosión y especial afecto con prueba en esta ymagen no solamente los moradores de esta ciudad, pero fuera de ella y de distintas partes a donde ha llegado la fama de sus milagros, y noticias de su belleza, y no menos la religiosidad con que este muy ilustre cavildo a su mayor culto se ha dedicado implorándole en las más precisas urgencias y comunes necesidades de esta República y solemnizando con su asistencia a dicho convento la celebridad de su Reseña que es el Martes Santo por la mañana una muy propia de la religiosidad de Guatemala y muy conforme a esta tan general devoción es el que para mayor culto de esta Santísima Imagen por bien común de esta República en urgentes necesidades de temblores y otros trabajos y en otra calidad que la de constituir en precisa obligación la voluntaria asistencia a que ha practicado este Cabildo a la dicha celebridad del Martes Santo a que condeba la consideración de ser mañana la de dicho dia desembarazada de otras asistencias y ser tolerables la obligación cuando concurre la voluntad por lo que a vosotros atentamente pedimos y suplicamos sea muy servido en lo dicho lo hacer y determinarse por seder este obsequio en mayor gloria de Dios Nuestro Señor y bien común de esta República y para ello juramos en forma y en la necesidad urgente”.


Aceptación


Siendo entonces la solicitud atendida, el día 28 de febrero primer viernes de cuaresma de 1721, como a las 9 de la mañana fue la Ciudad con Masas (sus Maceros) a hacer el juramento a la capilla de Jesús Nazareno, así también el ayuntamiento de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad De Santiago de los Caballeros de Goathemala, juró a la imagen de Jesús Nazareno de la Merced como Patrón para el Agua, el Fuego, las Pestes, los temblores y otras calamidades.



Cronica despues de la aceptación


Cantó la Misa el R.P. Comendador actual que lo es el R.P.M. Fray Sebastián de Escobar y después del Evangelio que lo cantó el R.P.M. Fray Juan de Molina se llegó la Ciudad(Integrada por las personas mencionadas en los autos anteriores más el Capitán de Caballeros Corazas Don Manuel de Lejarza Palacio Síndico General), fueron al altar de la Santísima Imagen de Jesús Nazareno:

El preste se volvió a oir el juramento que lo hicieron incados de rodillas puestas las manos sobre los cuatro evangelios y todo el tiempo que el susodicho les leía el dicho juramento estuvieron como he dicho y acabado de leerlo lo cumplieron guardar como largamente consta en el testimonio que para el Archivo de la Cofradía dad por el mismo Escribano del Cabildo que a sasón lo es el Capitan Don Matheo Ruiz Hurtado.

Dicho Juramento reza así: Recibimos a este Divino Señor por su patrón…se sirva libara a toda esta ciudad de todo genero de peligros temporales y espirituales y más especialmente de los que producen terremotos con la divina justicia lo detiene y de pestes, fuego, agua, y demás necesidades que predominan en esta ciudad.”





sábado, 8 de agosto de 2020

Consagración de Jesús de la Merced


Después de 62 años 4 meses y 9 días de haber sido colocada la imagen de Jesús Nazareno dentro de una capilla, el Ilmo. Obispo de Guatemala don Juan Bautista Álvarez de Toledo el día 5 de agosto de 1717, le consagra.

Juan Bautista Alvarez


En tan destacado y solemne acto se le saco de su capilla para colocarlo en el presbiterio del altar mayor de la Iglesia la Merced. Asistió la Real Audiencia, el ayuntamiento, el Cabildo Eclesiástico, las órdenes Religiosas y los dominicos que apadrinaron el acto religioso.  Lo más singular que tiene dicha devota imagen es estar consagrada en la misma forma, y con los mismos ritos, que se consagró a Nuestra Señora de los Reyes de Sevilla.

HISTORIA Y RITO DE CONSAGRACIÓN


El rito de consagración de Jesús Nazareno de la Merced tiene varias versiones de como sucedió, a continuación transcribimos las dos que se creen son las mas acertadas. 


Rito de Consagración


La Primera versión dice 


La ceremonia empezó después de que el Obispo bendijo el incienso y el pan, ungió primero, la cruz en sus cinco partes, en los cuatro extremos y el centro. Fue el padre Provincial de Santo Domingo Fray Joseph Xirón quien sostuvo el Santo Crisma que se utilizó para dicha consagración, Fray Vicente Guerra los algodones, los padres Fray Agustín Cano, Fray Antonio de Arreaga y Fray Damián Régil, todos de la Orden de Predicadores tenían el pan y otras cosas del uso sagrado. Después se ungió la imagen, primero en la frente, luego en el pecho, en las manos y en los pies, concluido este ceremonial se cantó él Te Deum. 


La Segunda versión (la más completa) dice 

La ceremonia se inició cuando llegó el Señor Obispo, como a las diez de la mañana a la dicha iglesia, acompañado del Señor Br. Don Joseph Varón Dean de la Santa Iglesia y el Señor Don Feliciano de Arrivillaga de la Maestra Escuela, el Señor Maestro Don Carlos de Mencos, y el Señor Tesorero Don Joseph de Alcántara, canónigos. El Obispo bendijo el incienso y el pan, ungió primero la cruz en cinco partes: En los cuatro extremos y en el centro. El padre provincial de Santo Domingo Fray Joseph Xirón sostuvo el crisma que se empleó para la consagración, Fray Vicente Guerra los algodones, los padres Fray Agústin Cano, Fray Antonio de Arreaga y Fray Damián Regil, todos dominicos, tenían el pan y otras cosas del uso sacro. En seguida se ungió la imagen: primero en la frente, luego en el pecho, en las manos y en los pies. Concluida la consagración se cantó un Te Deum Laudamus. 

Luego de esto el pueblo le ofreció un castillo de pólvora de 400 tiras, se dispararon salvas de tres compañías que se encontraban en el compás de la iglesia y luego comenzó el repique general desde la Catedral abajo, todos los conventos desde esta hora (Que serían las diez) los regocijos de mascaradas, saraos, carros triunfales y muchas demostraciones de júbilo, esta noche del jueves hubo repiques generales, habiendo sido la tarde más plausible que ha vivido Goatehamala. Se hizo esta extraordinaria función con extraordinaria pompa, se adornó la iglesia por dentro y por fuera pusieronse dos aparadores con 200 fuentes y 60 picheles de plata. La fiesta de consagración se prolongó por ocho días. 

El viernes por la mañana volvió a venir la Religión de Santo Domingo y la Merced salió con San pedro Nolasco a la esquina de Santa Teresa a recibirla, y después de estar juntas. La real Audiencia, ciudad, sagradas religiones y concurso cual que nunca se ha visto, salió la procesión por el compás de la iglesia, donde estaba otro escuadrón de infantería, los padres de Santo Domingo con estolas iban cargando la Sta. Imagen (Sto. Domingo), entró la procesión en los claustros, cantó la Misa ese día (6 de agosto de 1717) Fray Joseph Xiron, provincial de la Sagrada Orden de Predicadores, el evangelio Fray Antonio de Arriaga, la epístola Fray Damían Regil todos maestros del Orden de Predicadores.



Ese mismo día 6 de agosto de 1717 Fray Antonio de Loyola, regente de los estudios del Convento de Nuestra Señora de las Mercedes, examinador sinodal del Obispado de Guatemala, predicó un importante sermón. Siendo dividida en tres partes Exordio, Desarrollo y Conclusión. 

transcripcion corregida para entendimiento

“Que festivo alboroto es este, que tanto nos inquieta. A Jesús le hecho el agua un baptista, que novedad puede ser para tan grande alegría el que nuestro baptista le ponga los santos oleos. Baptizó a Jesús en la rivera del Jordán San Juan Baptista, y os lo unge con los Santo Oleos cuando lo consagra, otro baptista grande, príncipe de la Iglesia, y primer párroco de ella, que novedad ahí pues hoy, para esta ruidosa fiesta, nada más que lo dicho: Su soberana unción misteriosa. Es Cristo lo mismo ungido y siendo Jesús Nazareno, lo mismo que consagrado”. 

“El Rey, el sacerdote y el profeta, eran en la antigua ley ungidos, Cristo fue gran sacerdote, Rey de todos los reyes, y profeta grande: No era novedad en Cristo lo ungido. Es la novedad en su imagen a esta novedad de esta imagen ungida es la que hoy con mucha razón se celebra”. 

“Fue Jacob a buscar esposa a Mesopotamia y habiendo cogida la noche en el mismo camino, se acostó a dormir en el suelo, sirviole de pabellón el cielo, y de almohada para su mayor descanso una piedra, cogió el sueño, y entre sueños vio aquella escala tan maravillosa y el señor arrimado a la escala”. 

“Alto pues, con razón el patriarca unge, y consagra esta piedra con razón ensalza, por imagen más propia de lo visto, porque si lo que miraba entre sueños era el señor con la cruz, nadie mejor que esa piedra lo representara pues fue Cristo la piedra del sufrimiento arrimado siempre a la cruz”. 

“La transfiguración gloriosa que el Sangrado Evangelio de hoy nos menciona (Era el día de la transfiguración) más hoy mismo es el día que en los altos fines de la providencia nos ponen a la vista dos. La transfiguración de Jesús en el monte Tabor es una, y la transfiguración de esta imagen cuando nuestro Príncipe la consagra es otra. El redentor Nolasco y en lugar del encendido celo de Elías la ardiente antorcha de los mejores Guzmanes, el gran padre Santo Domingo”. 

“Y lo mismo dice a los vecinos de Guatemala esta divina imagen transfigurada, que no temamos, puesto que la tenemos entre nosotros, porque a de salir a la defensa nuestra siempre que se ofreciere, porque es verdadera imagen de nuestro Redentor Jesús en su pasión dolorosa, y eso le basta para defendernos”. 

“O mil veces dichosa y siempre santa ciudad, dichosos nosotros los que vivimos en ella, tenemos en esta sagrada imagen , quien nos defienda y nos libre de todo el mal, quien nos favorezca y nos haga bien, quien salga y saque la cara si fuere necesario para cualquiera que lance una invasión enemiga: porque es verdadera imagen de nuestro Capitán Jesús, para que quede de hoy en adelante por consagrada y ungida, hecha reina de las demás imágenes; queda sin tener segunda ni semejante: queda ya gloriosamente transfigurada, por favor especial de príncipe, pero no puede negarsele también el influjo, al devoto de que lo ha conseguido y solicitado, puesto que a él en primer lugar se le debe”.

jueves, 6 de agosto de 2020

La Transfiguración del Señor




Jesús había anunciado a los suyos la inminencia de su Pasión y los sufrimientos que había de padecer a manos de los judíos y de los gentiles. Y los exhortó a que le siguieran por el camino de la cruz y del sacrificio (Mt 16, 24 ss). Pocos días después de estos sucesos, que habían tenido lugar en la región de Cesarea de Filipo, quiso confortar su fe, pues, -como enseña Santo Tomás- para que una persona ande rectamente por un camino es preciso que conozca antes, de algún modo el fin al que se dirige: “como el arquero no lanza con acierto la saeta si no mira primero al blanco al que la envía. Y esto es necesario sobre todo cuando la vía es áspera y difícil y el camino laborioso... Y por esto fue conveniente que manifestase a sus discípulos la gloria de su claridad, que es los mismo que transfigurarse, pues en esta claridad transfigurará a los suyos” (Sto. Tomás, Suma teológica).

Nuestra vida es un camino hacia el Cielo. Pero es una vía que pasa a través de la Cruz y del sacrificio. Hasta el último momento habremos de luchar contra corriente, y es posible que también llegue a nosotros la tentación de querer hacer compatible la entrega que nos pide el Señor con una vida fácil, como la de tantos que viven con el pensamiento puesto exclusivamente en las cosas materiales... “¡Pero no es así! El cristianismo no puede dispensarse de la cruz: la vida cristiana no es posible sin el peso fuerte y grande del deber... si tratásemos de quitarle ésto a nuestra vida, nos crearíamos ilusiones y debilitaríamos el cristianismo; lo habríamos transformado en una interpretación muelle y cómoda de la vida” (Pablo VI, Alocución 8-IV-1966). No es esa la senda que indicó el Señor.

Los discípulos quedarían profundamente desconcertados al presenciar los hechos de la Pasión. Por eso, el Señor condujo a tres de ellos, precisamente a los que debían acompañarle en su agonía de Getsemaní, a la cima del monte Tabor para que contemplaran su gloria. Allí se mostró “en la claridad soberana que quiso fuese visible para estos tres hombres, reflejando lo espiritual de una manera adecuada a la naturaleza humana. Pues, rodeados todavía de la carne mortal, era imposible que pudieran ver ni contemplar aquella inefable e inaccesible visión de la misma divinidad, que está reservada en la vida eterna para los limpios de corazón” (San León Magno, Homilía sobre la transfiguración), la que nos aguarda si procuramos ser fieles cada día.

También a nosotros quiere el Señor confortarnos con la esperanza del Cielo que nos aguarda, especialmente si alguna vez el camino se hace costoso y asoma el desaliento. Pensar en lo que nos aguarda nos ayudará a ser fuertes y a perseverar. No dejemos de traer a nuestra memoria el lugar que nuestro Padre Dios nos tiene preparado y al que nos encaminamos. Cada día que pasa nos acerca un poco más. El paso del tiempo para el cristiano no es, en modo alguno, una tragedia; acorta, por el contrario, el camino que hemos de recorrer para el abrazo definitivo con Dios: el encuentro tanto tiempo esperado.

Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un monte alto, y se transfiguró ante ellos , de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos blancos como la luz. En esto se le aparecieron Moisés y Elías hablando con Él (Mt 17, 1-3). Esta visión produjo en los Apóstoles una felicidad incontenible; Pedro la expresa con estas palabras: Señor, ¡qué bien estamos aquí!; si quieres haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías (Mt 17, 4). Estaba tan contento que ni siquiera pensaba en sí mismo, ni en Santiago y Juan que le acompañaban. San Marcos, que recoge la catequesis del mismo San Pedro, añade que no sabía lo que decía (Mc 9, 6). Todavía estaba hablando cuando una nube resplandeciente los cubrió con y una voz desde la nube dijo: Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle (Mt 17, 5).

El recuerdo de aquellos momentos junto al Señor en el Tabor fueron sin duda de gran ayuda en tantas circunstancias difíciles y dolorosas de la vida de los tres discípulos. San Pedro lo recordará hasta el final de sus días. En una de sus Cartas, dirigida a los primeros cristianos para confortarlos en un momento de dura persecución, afirma que ellos, los Apóstoles, no han dado a conocer a Jesucristo siguiendo fábulas llenas de ingenio, sino porque hemos sido testigos oculares de su majestad. En efecto Él fue honrado y glorificado por Dios Padre, cuando la sublime gloria le dirigió esta voz: Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias. Y esta voz, venida del cielo, la oímos nosotros estando con Él en el monte santo (2 Pdr 1, 16-18). El Señor, momentáneamente, dejó entrever su divinidad, y los discípulos quedaron fuera de sí, llenos de una inmensa dicha, que llevarían en su alma toda la vida. “La transfiguración les revela a un Cristo que no se descubría en la vida de cada día. Está ante ellos como Alguien en quien se cumple la Alianza Antigua, y, sobre todo, como el Hijo elegido del Eterno Padre al que es preciso prestar fe absoluta y obediencia total” (Juan Pablo II, Homilía 27-II-1983), al que debemos buscar todos los días de nuestra existencia aquí en la tierra.

¿Qué será el Cielo que nos espera, donde contemplaremos, si somos fieles, a Cristo glorioso, no en un instante, sino en una eternidad sin fin?

Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle (Mt 17, 5). ¡Tantas veces le hemos oído en la intimidad de nuestro corazón!

El misterio que celebramos no sólo fue un signo y anticipo de la glorificación de Cristo, sino también de la nuestra, pues, como nos enseña San Pablo, el Espíritu da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal que padezcamos con Él, para ser con Él también glorificados (Rom 8, 16-17). Y añade el Apóstol: Porque estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros (Rom 8, 18). Cualquier pequeño o gran sufrimiento que padezcamos por Cristo nada es si se mide con lo que nos espera. El Señor bendice con la Cruz, y especialmente cuando tiene dispuesto conceder bienes muy grandes. Si en alguna ocasión nos hace gustar con más intensidad su Cruz, es señal de que nos considera hijos predilectos. Pueden llegar el dolor físico, humillaciones, fracasos, contradicciones familiares... No es el momento entonces de quedarnos tristes, sino de acudir al Señor y experimentar su amor paternal y su consuelo. Nunca nos faltará su ayuda para convertir esos aparentes males en grandes bienes para nuestra alma y para toda la Iglesia. “No se lleva ya una cruz cualquiera, se descubre la Cruz de Cristo, con el consuelo de que se encarga el Redentor de soportar el peso” (J. Escrivá de Balaguer, “Amigos de Dios”). Él es, Amigo inseparable, quien lleva lo duro y lo difícil. Sin Él cualquier peso nos agobia.

Si nos mantenemos siempre cerca de Jesús, nada nos hará verdaderamente daño: ni la ruina económica, ni la cárcel, ni la enfermedad grave..., mucho menos las pequeñas contradicciones diarias que tienden a quitarnos la paz si no estamos alerta. El mismo San Pedro lo recordaba a los primeros cristianos: ¿quién os hará daño, si no pensáis más que en obrar bien? Pero si sucede que padecéis algo por amor a la justicia, sois bienaventurados (1Pdr 3, 13-14).